7/4/69
“Todo lo que ves; aunque aparece afuera, está dentro, en vuestra imaginación, de la cual este mundo de mortalidad no es más que una sombra” (Blake, Jerusalén, Plt. 71). No puedes concebir algo que no esté ya contenido dentro de ti. Si lo imaginas y entras en ese estado como si fuera verdad, el mundo exterior responderá para dar testimonio de esta actividad imaginal dentro de ti.
Ahora inténtalo. Y si demuestras a tu propia satisfacción que funciona, entonces llegas a esta conclusión: la leerás en el capítulo 13 del Libro de los Hechos: “He encontrado en David, hijo de Jesé, un hombre semejante a mi. propio corazón, el cual hará toda mi voluntad” (13:22). Ahora bien, si el mundo entero responde a mi actividad imaginal, entonces, ese es David quien hará toda mi voluntad, porque él está haciendo mi voluntad. Bueno, si el Señor dijo que David hace mi voluntad y yo, mediante un simple acto imaginal, ordeno al mundo exterior que responda a él como si hubiera tocado una cuerda y todo lo que esté en sintonía con la cuerda tocada debe responder para dar testimonio de esto que está activo en nuestro interior. Yo, pues, ¿quién es el Señor? Si noto que el mundo responde a lo que estoy imaginando, y David es uno según mi corazón que hará toda mi voluntad, veo quién es David: David es el mundo exterior respondiendo a mi voluntad. Ahora bien, no es “voluntad” como lo usará el mundo… Yo “quiero” que así sea. No, me lo imaginaré así. Estoy interiormente convencido de que es así. Si imagino que es así y persisto en ese estado imaginal como si fuera cierto y el mundo responde, he encontrado a David. Y he encontrado al Señor… el Señor es mi maravillosa imaginación humana. El acto imaginal en su respuesta es David… ahí está David.