20/11/64
El tema de esta noche, es decir, el título del tema está tomado del Libro de Miqueas, el capítulo 6, el verso 8. En este versículo hace una pregunta muy sencilla. Primero, hace la declaración: “Él te ha mostrado, oh hombre, lo que es bueno; ¿Y qué exige el Señor de ti sino que seas justo y bondadoso y vivas en tranquila comunión con tu Dios? No se requiere nada más del hombre después de que se le ha dicho lo que es bueno, estos tres fundamentos. Fuera de estos, el ceremonial exterior es una afrenta a Dios. Es un intento de negociar con él para que acepte del hombre menos de lo que quiere del hombre. Entonces, todos los rituales, todas las ceremonias, todo lo que está afuera es realmente una afrenta a Dios. Todo lo que nos pide es que seamos justos, amables y vivamos en tranquila comunión con nuestro Dios. Bueno, ¿cómo viviríamos en tranquila comunión con nuestro Dios?
Creo que esta noche encontrarás en este un enfoque muy, muy práctico para vivir en esta tranquila comunión con tu Dios. Para entenderlo, permítanme volver ahora al Libro de los Salmos, el capítulo 4, el verso 4: “Enojaos, pero no pequéis; comulgan con sus propios corazones en sus propias camas y guarden silencio”. ¿Cómo lo haría? ¿Sería eso realmente vivir en tranquila comunión con Dios? Sí. Bueno, ¿cómo lo sé? Te diré esta noche cómo lo sé. Se supone que hay mil millones de cristianos en el mundo. Y me pregunto qué porcentaje… sería tan pequeño que sería ridículo. Si yo hiciera una pregunta muy simple a todos los mil millones: “¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros?”—Estoy citando la segunda carta de Pablo a los Corintios, el capítulo 13, el versículo 5; les está preguntando a los corintios: “¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros?”. Si fuéramos honestos, los mil millones de nosotros que afirmamos que somos cristianos, nuestra respuesta sería: no, no sabemos que Jesucristo está en nosotros. Lo único que hay que hacer es ir a cualquier casa, especialmente a las casas de los que ponen cuadros e íconos, y mirar y ver lo que tienen en la pared para representar a Jesucristo. No se parece ni un ápice a ningún miembro de la familia y mucho menos al que ocupa la vivienda como propietario. No se parece en lo más mínimo a ningún miembro de la familia. Y la mayoría de ellos están pintados o hechos por artistas muy pobres... son monstruosidades. Pero ahí están, en todas las paredes, en todos los lugares de todos estos hogares que se llaman cristianos. No saben que Jesucristo está en ellos