Como todo juego, el juego de la vida se juega dentro del marco de ciertas reglas, y cualquier violación de esas reglas conlleva una penalidad. Tú y yo estamos jugando a este juego desde la mañana hasta la noche, por lo tanto, deberíamos aprender sus reglas para jugarlo bien.
En el capítulo diez, versículo veinte de Eclesiastés, se nos entrega esta regla: “Ni aun en tu recámara maldigas al rey, ni en tus alcobas maldigas al rico, porque un ave de los cielos llevará el rumor, y un ser alado hará conocer el asunto”. Y Marcos nos entrega otra: “Cualquier cosa que desees, cree que la has recibido y la recibirás”.
Si tienes que creer que has recibido tu deseo para obtenerlo, entonces, debes iniciar tu juego creyendo que está terminado. Debes sentirte dentro de tu objetivo y participando en él. Y debes persistir en ese sentimiento para conseguirlo.
Ahora, otra regla es dicha de esta manera: “Echa tu pan sobre las aguas y después de muchos días lo hallarás”. En otras palabras, no te preocupes de cómo va a suceder, simplemente hazlo. Esta afirmación no tiene nada que ver con hacer el bien como el mundo define la palabra. Jesús era un carpintero. La palabra significa uno que produce desde la semilla – como una flor, un árbol, la tierra. La profecía del Antiguo Testamento es la semilla que un carpintero llamado Jesús hace nacer. Él no vino a abolir la ley y los profetas; sino para cumplir.