18/02/1964
“Los últimos días por un hijo”, está tomado de la epístola a los Hebreos. Es un autor desconocido. Muchos eruditos creen que Pablo lo escribió, pero si lo lees detenidamente junto con las cartas de Pablo, llegarás a la conclusión de que no es Pablo. Quienquiera que lo haya escrito, el autor desconocido, ciertamente tuvo una de las comprensiones más profundas de este gran misterio. Y digo misterio deliberadamente, porque la mayoría de nosotros pensamos que es historia, historia humana, y no lo es. En esto verás que no está hablando de Jesucristo en quien el mundo piensa cuando usa las palabras Jesucristo. Sin embargo, usa la palabra Jesús, ___(??) él primero en el capítulo 2, el versículo 9. Pero antes de eso establece un Cristo cósmico; está hablando sólo de un Cristo cósmico que es Dios mismo.
Ahora escuche las palabras: “De muchas y diversas maneras habló Dios en la antigüedad a nuestros padres por los profetas; pero en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien también creó el mundo. Él refleja la gloria de Dios y lleva el sello mismo de su naturaleza” (Heb. 1:1). Aquí establece esta presencia. Él refleja la gloria misma de Dios y lleva el sello mismo de su naturaleza. Si te digo “Jesucristo”, si fueras cristiano pensarías en términos de un ser que vivió y murió hace aproximadamente 2.000 años. Si les digo “Josué”, pensarían en un antiguo patriarca, un antiguo profeta, el autor del sexto libro de la Biblia, pero no asociarían a Josué con Jesús, ¿verdad? Uno pensaría que eran dos seres completamente diferentes, Josué y Jesús, y sin embargo ambas palabras significan lo mismo. Josué es la forma hebraica de Jesús, y Jesús es Jehová. Se escribe Jesús, Yod He Vau Shin Ion. Así es como se escribe Josué. Se escribe Jehová, Yod He Vau He. Entonces, ¿por qué difieren en la ortografía en cuanto a las dos últimas sílabas, las dos últimas letras? Porque, escúchenlo con atención, Dios en la actividad creadora se llama Hijo. El amor infinito en origen impensable es Dios Padre. El amor infinito en la actividad creativa es Dios Hijo. El amor infinito en la procesión eterna es Dios el Espíritu Santo... todo Dios... un Dios, no tres Dioses. Pero Dios en la actividad creativa es Dios el Hijo. La palabra traducida “reflejar” (refleja la gloria de Dios) esa palabra puede significar “reflejar” o “irradiar”. Una radiación es una actividad creativa. Es este Dios, este amor infinito el que realmente se convirtió en nosotros, en cada uno de nosotros. Es este Dios en el hombre.