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Un talento es un don confiado a alguien para su uso. Y cuando a uno se le da el mayor talento de todos, su uso da sentido a la existencia.
En el capítulo 25 del Libro de Mateo, se cuenta una parábola que compara este regalo con el reino de los cielos: “Un hombre que iba a un largo viaje llamó a sus siervos y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno. Luego se fue. Cuando regresó, los sirvientes le explicaron el uso de los talentos. El que había recibido cinco los había aumentado a diez, por lo que fue muy elogiado e invitado a entrar en el gozo de su maestro. El que recibió dos había duplicado el suyo y también él fue muy elogiado e invitado a entrar en el gozo de su maestro. Pero el que había recibido uno, temiendo ponerlo a prueba, había enterrado su talento. Fue condenado, le quitaron el talento y se lo dieron al que tenía diez.
Quizás al leer esta historia te preguntes cómo el Señor del universo pudo ser tan cruel con alguien que no usó su talento. Pero les digo: a cada individuo en este mundo se le ha dado el mayor talento imaginable, que es el don de Dios mismo como su imaginación humana. ¿Cómo se utiliza este don? Algunos lo entierran adorando pequeños íconos en las paredes y cosas a su alrededor, pero la adoración a Dios es el uso de Su don: el uso de la imaginación humana.